Por premio o castigo
Por largo tiempo el
proceso educativo se ha caracterizado por validar estratégicamente el premio y
el castigo para generar los aprendizajes de los alumnos. Esta forma de refuerzo
se consolidó largamente, primero por toda la teoría psicológica del aprendizaje
que hoy conocemos por conductismo, que se concentró en todas nuestras escuelas…
pero ¿Cómo no validarla? Si toda la experiencia nos permitió comprobar que la
mejor manera de generar cambios en la conducta de los sujetos, era a través de
la premiación de aquellos comportamientos que la experiencia cultural
recomendaba como buenos y por otro lado, el castigo de aquellos que eran
enjuiciados como malos y no estamos tan lejos para recordar que aquellos
castigos muchas veces se infringían física y psicológicamente por parte de los
docentes. En segundo lugar y siguiendo estos mismos preceptos se estableció la
teoría curricular, llamado enfoque técnico, dicha teoría concebía al docente
como un agente técnico, solo capaz de seguir ciertos preceptos emanados por una
cabeza central que dictaminaba qué, cómo y cuándo enseñar, aquí el currículo
escolar es entendido como un plan de instrucción donde el docente solo conoce
los objetivos de aprendizaje y las estrategias de acción específicas, a fin de
conseguir los resultados esperados. Todo el proceso estaba regulado desde su
inicio hasta el fin y el papel del docente (actor principal del proceso) es
solamente reproductivo.