Por premio o castigo
Por largo tiempo el
proceso educativo se ha caracterizado por validar estratégicamente el premio y
el castigo para generar los aprendizajes de los alumnos. Esta forma de refuerzo
se consolidó largamente, primero por toda la teoría psicológica del aprendizaje
que hoy conocemos por conductismo, que se concentró en todas nuestras escuelas…
pero ¿Cómo no validarla? Si toda la experiencia nos permitió comprobar que la
mejor manera de generar cambios en la conducta de los sujetos, era a través de
la premiación de aquellos comportamientos que la experiencia cultural
recomendaba como buenos y por otro lado, el castigo de aquellos que eran
enjuiciados como malos y no estamos tan lejos para recordar que aquellos
castigos muchas veces se infringían física y psicológicamente por parte de los
docentes. En segundo lugar y siguiendo estos mismos preceptos se estableció la
teoría curricular, llamado enfoque técnico, dicha teoría concebía al docente
como un agente técnico, solo capaz de seguir ciertos preceptos emanados por una
cabeza central que dictaminaba qué, cómo y cuándo enseñar, aquí el currículo
escolar es entendido como un plan de instrucción donde el docente solo conoce
los objetivos de aprendizaje y las estrategias de acción específicas, a fin de
conseguir los resultados esperados. Todo el proceso estaba regulado desde su
inicio hasta el fin y el papel del docente (actor principal del proceso) es
solamente reproductivo.
Un sistema en crisis
A partir de los años
60 y de la mano con los nuevos cuestionamientos al mundo moderno, diversos
actores comenzaron a remirar el sistema aprendizaje con ojos críticos; Freire y
Habermas por nombrar a algunos, comenzaron a redefinir la tarea educativa en torno
a la necesidad de ésta responda a las necesidad de la sociedad actual, es así
que al poco andar al enfoque propuesto por estos autores recibió el nombre de
currículo socio-crítico. Ya no estaba el profesor como administrador del
conocimiento sino que el aprendizaje se daba en la construcción conjunta de los
diversos actores escolares y por lo mismo, éste conocimiento tiene carácter
praxiológico. Lo que fue visto como una verdadera revolución educativa, sin
embargo, al poco tiempo quedó relegada a una acción crítica y que poco a poco
el mismo sistema educativo fue desplazándola a los límites del mismo. A pesar
de todo esto, el proceso de validación del premio y castigo del error se siguió
perpetuando en nuestras escuelas.
Hoy, una vez más,
los diversos actores escolares volvemos a contemplar el sistema escolar con una
profunda y desconsolada mirada. Unos añorando lo que ya no está, otros con
ganas de revolucionarlo completamente. Sin embargo, casi todos con la fuerte
convicción de que el actual sistema de educación no está dando el ancho a las
diversas demandas del mundo por las que hoy se ve exigida la humanidad.
Un sistema que fracasa y sigue fracasando
Durante largo
tiempo, profesores y filósofos educaciones sabían como interpretar el mundo
futuro y desde ahí construir la base de los conocimientos necesarios que los
próximos ciudadanos necesitarían para afrontar los desafíos o por lo menos eso
creían. Pero hoy, si de algo estamos seguros a los que nos toca trabajar en
educación, es que no tenemos idea de cómo será el mundo en poco tiempo más. Tan
y tan vertiginosos han sido los cambios en la última década, que nadie puede
aventurarse a predecir cómo será el mundo en 12 años más y si no somos capaces
de leer lo que viene ¿cómo seremos capaces de entregar las herramientas
necesarias a aquellos que hoy están comenzando su enseñanza?
Álgido está el
debate en esta materia, pero sin lugar a dudas seguimos dando tumbos a ciegas
frente a una realidad que nos supera largamente, no solo no somos capaces de
predecir el mundo, sino que también no somos capaces de preparar a nuestros
hijos para afrontar el mundo.
Ciertamente la
humanidad no es la primera vez que se enfrenta a desafíos incontrolables e
impredecibles, pero es la primera vez que estamos formando a la mayoría a hacer
justamente lo contrario para sobrevivir a estos desafíos. Hoy 75% de los niños
del planeta está recibiendo por lo menos educación primaria, pero digámoslo,
una educación descontextualizada, anacrónica por lo menos en 50 años y lo que
es peor, metiéndole en la cabeza estructuras culturales, productivas y
económicas que a todas luces han fracaso rotundamente.
La tendencia de la
escuela moderna es precisamente la uniformidad y estandarización de los
pensamientos, dicho enfoque que comulgó y bebió profundamente de la fuente del
conductismo nos instruyó de diversas formas, pero en especial desarrolló
eficientemente el tipo de pensamiento llamado lógico-matemático; de hecho este
tipo de pensamiento ha provocado ciertos cambios en el Curriculum que tensionan
todo el proceso educativo, es así, que ciertas asignaturas han tenido una
cierta superioridad por sobre otras, en específico, es lo que ha pasado con las
matemáticas y el lenguaje.
Pensar en forma divergente
Somos creativos por
naturaleza, la supervivencia de nuestra especie estuvo ligada a esta habilidad
única en todo el mundo natural de comportarnos de manera original frente a los
desafíos que presentaba el medio en que nos tocaba vivir, es así que hemos podido
conquistar prácticamente todas las áreas del planeta desde los desiertos hasta
las selvas. Precisamente nuestra humanidad ha admirado profundamente a aquellos
personajes que han sabido pensar en forma divergente y creativa, es por ello
que nuestros grandes referentes, son personas que han sabido romper con las
tradiciones de sus respectivas áreas; artistas, científicos, matemáticos,
filósofos, etc. cada uno de ellos presentados como señeros en sus áreas, con
largas listas de distinciones y millones
de páginas dedicados a ellos.
Entonces por qué no
enseñar a pensar diferente, cómo enseñar a pensar en forma creativa, cómo
enseñarles a no repetir los mimos modelos con los cuales ya hemos fracasado.
El desarrollo de la
creatividad debe estar dentro de los lineamientos de las escuelas desde su raíz
más profunda, puesto que está en la base más profunda de lo que significa ser
humano y si no nos engañamos, el centro de toda tarea educativa es la persona
misma y el despliegue de todas sus capacidades. Esta última afirmación nos
lleva a preguntarnos por lo que pasa con la creatividad y su integración al
currículo escolar.
Los principales
estudiosos de la creatividad afirman que para que esta se desarrolle deben
generarse varias circunstancias a fin de estimularla, puesto que ésta ya es una
tendencia natural en todos los seres humanos. De estas circunstancias, yo me
detendré en una en particular que me parece más apremiante.
El error como situación de aprendizaje
La mayoría de las
especies nacen con la información necesaria para sobrevivir al mundo que se les
presenta, pueden rápidamente caminar, distinguir los alimentos correctos,
orientarse e incluso desconfiar de los peligros. Todo lo que para otros es
información administrada genéticamente, en el caso del ser humano se vuelve en
un proceso largo de aprendizaje, proceso que conlleva ensayo y error, y a
maravilla nuestra, cada proceso es independiente, cada ser humano es capaz de
crear su propio camino para aprender, no es necesario generar estructuras de
aprendizaje, ni menos estandarizar una forma de aprendizaje por sobre otras.
Los seres humanos
tenemos una tendencia natural a aprender, una capacidad de asombrarnos con el
mundo que nos rodea, o mejor dicho de dejarnos sorprender por el mundo. Pero
este aprendizaje y capacidad de asombro, no son lineales, sino más de procesos
repetitivos, son repetitivos puesto que es necesario la experimentación para
lograr que dicho aprendizaje sea significativo. Si el aprendizaje no es
asumido, no se incorporará nunca como algo cargado de significado.
Toda experimentación
tiende a dos factores necesarios en sí mismos, la autonomía y la creatividad,
sin embargo para que este aprendizaje sea asumido autónomamente y por lo tanto se desarrolle la creatividad,
es básico que se valide la posibilidad del error como parte del proceso.
Toda la evidencia
con la que contamos nos refiere a que error está muy lejos aun de nuestras
aulas, aun contamos con todo un "arsenal" estructurado para alejar el
error del proceso de aprendizaje y con ello fijar el rumbo en uno solo; cosa
que perjudica profundamente a la creatividad y lo que es peor, relegando a
muchos estudiantes a vivir un sistema que no les queda cómodo y qué lo único
que logra es perjudicar su capacidad de asombrase con el mundo, la necesidad de
seguir aprendiendo.
El último eslabón de
todos, es la evaluación y como todo el proceso anterior, está enraizada en la
descalificación del error. En general, nuestras evaluaciones se han vuelto un
proceso continuo para acentuar el error,
no solo descalificando, sino castigándolo. Es así, que la mayoría de nuestros
alumnos lo primero que se preguntan al ver sus evaluaciones es ¿En qué me
equivoqué? De ninguna forma aparecen preguntas como ¿Qué aprendí? ¿Qué hice
bien? Por otro lado todo el sistema está hecho de tal forma que se vuelve un
proceso punitivo del error, las evaluaciones desde los primeros cursos de
básica estructuran en el niño la reprobación de los errores, esto se ve con
mayor vehemencia en el proceso posterior, mientras más se avanza en el proceso
curricular, más se acentúa el descrédito del error. Esta visión
descontextualizada del aprendizaje, está exacerbada por lo procesos
estandarizados que utilizan los gobiernos para afianzar los programas
curriculares (pruebas externas, pruebas de selección universitaria, evaluación
docente, etc.).
Significativamente
el error lo tenemos condenado en nuestras aulas, pero junto con él, condenamos
gran parte de proceso normal de aprendizaje de nuestros estudiantes. Si
queremos verdaderamente comprometernos a desarrollar seres humanos autónomos,
creativos y sanos en sus relaciones, es hora de tomarnos en serio el error y
validarlo como una experiencia, tanto o más importante que los procesos de
memorización conductista.
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