lunes, 7 de octubre de 2013

El error como situación de aprendizaje

Por premio o castigo

Por largo tiempo el proceso educativo se ha caracterizado por validar estratégicamente el premio y el castigo para generar los aprendizajes de los alumnos. Esta forma de refuerzo se consolidó largamente, primero por toda la teoría psicológica del aprendizaje que hoy conocemos por conductismo, que se concentró en todas nuestras escuelas… pero ¿Cómo no validarla? Si toda la experiencia nos permitió comprobar que la mejor manera de generar cambios en la conducta de los sujetos, era a través de la premiación de aquellos comportamientos que la experiencia cultural recomendaba como buenos y por otro lado, el castigo de aquellos que eran enjuiciados como malos y no estamos tan lejos para recordar que aquellos castigos muchas veces se infringían física y psicológicamente por parte de los docentes. En segundo lugar y siguiendo estos mismos preceptos se estableció la teoría curricular, llamado enfoque técnico, dicha teoría concebía al docente como un agente técnico, solo capaz de seguir ciertos preceptos emanados por una cabeza central que dictaminaba qué, cómo y cuándo enseñar, aquí el currículo escolar es entendido como un plan de instrucción donde el docente solo conoce los objetivos de aprendizaje y las estrategias de acción específicas, a fin de conseguir los resultados esperados. Todo el proceso estaba regulado desde su inicio hasta el fin y el papel del docente (actor principal del proceso) es solamente reproductivo.


Un sistema en crisis
A partir de los años 60 y de la mano con los nuevos cuestionamientos al mundo moderno, diversos actores comenzaron a remirar el sistema aprendizaje con ojos críticos; Freire y Habermas por nombrar a algunos, comenzaron a redefinir la tarea educativa en torno a la necesidad de ésta responda a las necesidad de la sociedad actual, es así que al poco andar al enfoque propuesto por estos autores recibió el nombre de currículo socio-crítico. Ya no estaba el profesor como administrador del conocimiento sino que el aprendizaje se daba en la construcción conjunta de los diversos actores escolares y por lo mismo, éste conocimiento tiene carácter praxiológico. Lo que fue visto como una verdadera revolución educativa, sin embargo, al poco tiempo quedó relegada a una acción crítica y que poco a poco el mismo sistema educativo fue desplazándola a los límites del mismo. A pesar de todo esto, el proceso de validación del premio y castigo del error se siguió perpetuando en nuestras escuelas.

Hoy, una vez más, los diversos actores escolares volvemos a contemplar el sistema escolar con una profunda y desconsolada mirada. Unos añorando lo que ya no está, otros con ganas de revolucionarlo completamente. Sin embargo, casi todos con la fuerte convicción de que el actual sistema de educación no está dando el ancho a las diversas demandas del mundo por las que hoy se ve exigida la humanidad.

Un sistema que fracasa y sigue fracasando
Durante largo tiempo, profesores y filósofos educaciones sabían como interpretar el mundo futuro y desde ahí construir la base de los conocimientos necesarios que los próximos ciudadanos necesitarían para afrontar los desafíos o por lo menos eso creían. Pero hoy, si de algo estamos seguros a los que nos toca trabajar en educación, es que no tenemos idea de cómo será el mundo en poco tiempo más. Tan y tan vertiginosos han sido los cambios en la última década, que nadie puede aventurarse a predecir cómo será el mundo en 12 años más y si no somos capaces de leer lo que viene ¿cómo seremos capaces de entregar las herramientas necesarias a aquellos que hoy están comenzando su enseñanza?
Álgido está el debate en esta materia, pero sin lugar a dudas seguimos dando tumbos a ciegas frente a una realidad que nos supera largamente, no solo no somos capaces de predecir el mundo, sino que también no somos capaces de preparar a nuestros hijos para afrontar el mundo.
Ciertamente la humanidad no es la primera vez que se enfrenta a desafíos incontrolables e impredecibles, pero es la primera vez que estamos formando a la mayoría a hacer justamente lo contrario para sobrevivir a estos desafíos. Hoy 75% de los niños del planeta está recibiendo por lo menos educación primaria, pero digámoslo, una educación descontextualizada, anacrónica por lo menos en 50 años y lo que es peor, metiéndole en la cabeza estructuras culturales, productivas y económicas que a todas luces han fracaso rotundamente.
La tendencia de la escuela moderna es precisamente la uniformidad y estandarización de los pensamientos, dicho enfoque que comulgó y bebió profundamente de la fuente del conductismo nos instruyó de diversas formas, pero en especial desarrolló eficientemente el tipo de pensamiento llamado lógico-matemático; de hecho este tipo de pensamiento ha provocado ciertos cambios en el Curriculum que tensionan todo el proceso educativo, es así, que ciertas asignaturas han tenido una cierta superioridad por sobre otras, en específico, es lo que ha pasado con las matemáticas y el lenguaje.

Pensar en forma divergente
Somos creativos por naturaleza, la supervivencia de nuestra especie estuvo ligada a esta habilidad única en todo el mundo natural de comportarnos de manera original frente a los desafíos que presentaba el medio en que nos tocaba vivir, es así que hemos podido conquistar prácticamente todas las áreas del planeta desde los desiertos hasta las selvas. Precisamente nuestra humanidad ha admirado profundamente a aquellos personajes que han sabido pensar en forma divergente y creativa, es por ello que nuestros grandes referentes, son personas que han sabido romper con las tradiciones de sus respectivas áreas; artistas, científicos, matemáticos, filósofos, etc. cada uno de ellos presentados como señeros en sus áreas, con largas listas de distinciones  y millones de páginas dedicados a ellos.
Entonces por qué no enseñar a pensar diferente, cómo enseñar a pensar en forma creativa, cómo enseñarles a no repetir los mimos modelos con los cuales ya hemos fracasado.

El desarrollo de la creatividad debe estar dentro de los lineamientos de las escuelas desde su raíz más profunda, puesto que está en la base más profunda de lo que significa ser humano y si no nos engañamos, el centro de toda tarea educativa es la persona misma y el despliegue de todas sus capacidades. Esta última afirmación nos lleva a preguntarnos por lo que pasa con la creatividad y su integración al currículo escolar.

Los principales estudiosos de la creatividad afirman que para que esta se desarrolle deben generarse varias circunstancias a fin de estimularla, puesto que ésta ya es una tendencia natural en todos los seres humanos. De estas circunstancias, yo me detendré en una en particular que me parece más apremiante.

El error como situación de aprendizaje
La mayoría de las especies nacen con la información necesaria para sobrevivir al mundo que se les presenta, pueden rápidamente caminar, distinguir los alimentos correctos, orientarse e incluso desconfiar de los peligros. Todo lo que para otros es información administrada genéticamente, en el caso del ser humano se vuelve en un proceso largo de aprendizaje, proceso que conlleva ensayo y error, y a maravilla nuestra, cada proceso es independiente, cada ser humano es capaz de crear su propio camino para aprender, no es necesario generar estructuras de aprendizaje, ni menos estandarizar una forma de aprendizaje por sobre otras.
Los seres humanos tenemos una tendencia natural a aprender, una capacidad de asombrarnos con el mundo que nos rodea, o mejor dicho de dejarnos sorprender por el mundo. Pero este aprendizaje y capacidad de asombro, no son lineales, sino más de procesos repetitivos, son repetitivos puesto que es necesario la experimentación para lograr que dicho aprendizaje sea significativo. Si el aprendizaje no es asumido, no se incorporará nunca como algo cargado de significado.
Toda experimentación tiende a dos factores necesarios en sí mismos, la autonomía y la creatividad, sin embargo para que este aprendizaje sea asumido autónomamente  y por lo tanto se desarrolle la creatividad, es básico que se valide la posibilidad del error como parte del proceso.
Toda la evidencia con la que contamos nos refiere a que error está muy lejos aun de nuestras aulas, aun contamos con todo un "arsenal" estructurado para alejar el error del proceso de aprendizaje y con ello fijar el rumbo en uno solo; cosa que perjudica profundamente a la creatividad y lo que es peor, relegando a muchos estudiantes a vivir un sistema que no les queda cómodo y qué lo único que logra es perjudicar su capacidad de asombrase con el mundo, la necesidad de seguir aprendiendo.

El último eslabón de todos, es la evaluación y como todo el proceso anterior, está enraizada en la descalificación del error. En general, nuestras evaluaciones se han vuelto un proceso  continuo para acentuar el error, no solo descalificando, sino castigándolo. Es así, que la mayoría de nuestros alumnos lo primero que se preguntan al ver sus evaluaciones es ¿En qué me equivoqué? De ninguna forma aparecen preguntas como ¿Qué aprendí? ¿Qué hice bien? Por otro lado todo el sistema está hecho de tal forma que se vuelve un proceso punitivo del error, las evaluaciones desde los primeros cursos de básica estructuran en el niño la reprobación de los errores, esto se ve con mayor vehemencia en el proceso posterior, mientras más se avanza en el proceso curricular, más se acentúa el descrédito del error. Esta visión descontextualizada del aprendizaje, está exacerbada por lo procesos estandarizados que utilizan los gobiernos para afianzar los programas curriculares (pruebas externas, pruebas de selección universitaria, evaluación docente, etc.).


Significativamente el error lo tenemos condenado en nuestras aulas, pero junto con él, condenamos gran parte de proceso normal de aprendizaje de nuestros estudiantes. Si queremos verdaderamente comprometernos a desarrollar seres humanos autónomos, creativos y sanos en sus relaciones, es hora de tomarnos en serio el error y validarlo como una experiencia, tanto o más importante que los procesos de memorización conductista.

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